
Intrusiando mis escritos...
Le observé, por segunda vez, cuando jugaba él con sus figuritas de spider-man... esta vez pensativo mire cada parte visible de su piel jovial, sin que mis fuertes pensamientos llegaran a sus neuronas para que éste se diera vuelta a mirarme...
Ignoré. Recogí el diario, voltié las hojas, sin interés... llego a la página del puzzle... y lo volví a observar, sentado, inundado en su mundo de colores y belleza, me miró a mis ojos. Le pedí solamente un lápiz, para rellenar el puzzle de la última página...
sus piernas, alimentadas, suaves, blancas, corrieron en busca de un lápiz grafito....
... y en cuanto me lo pasó, amablemente tomé su mano y enterré con mucho amor, el lápiz en uno de sus ojos... su piel se volvió fría, y mantuvo un instante de silencio... antes de estallar en gritos amargados. Volví a enterrar el lápiz en su garganta mientras rápidamente su tez blanca se confundía con la sangre que cantaba himnos de horror. Luego de este segundo golpe, sus gritos sesaron, y desprendí sus ropas... su rodilla se veía tan blanda... sus mejillas descazaban bajo ríos de sangre...
Lo tomé, y mordí sus costillas... pude rasgar su tejido. Desde entonces su piel nunca más se mostró blanca, ahora era rosada... o amarilla... incansablemente mordí una a una sus costillas, sus órganos...
su pequeña nariz era tan dulce... sus mejillas, ¡sus vértebras!...
 
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