Mi nombre soplado en la soledad
ecos de vacío - un grito atragantado
Nadie nunca llamó mi nombre,
Ni nunca nadie se volteó hacia mí.
Óiganme, mírenme, y huelan el extraño aroma a sangre en el camino.
Me había caído a la tierra y rompí a llorar
la suciedad se impregnaba a los rasguños de mis manos
y rodillas...
Los pulmones comprimidos de un golpe imposibilitaron mi respiración.
Óiganme, mírenme, y huelan el extraño aroma a sangre en el camino.
Apreté mis manos en la fría luz obnuvilada por mi ceguera
y busqué tantear el camino desde abajo,
mientras tanto, la gente circulaba a mi alrededor,
ignorando mi dolor, pisando sin querer mis dedos.
Óiganme, mírenme, y huelan el extraño aroma a sangre en el camino.
Aún en el suelo, me hice hacia un lado del camino.
No quize obstaculizar el caminar de los demás,
y allí, en ese rincón ignorado,
me desprendí de mis ropas y comenzé a temblar.
Óiganme, mírenme, y huelan el extraño aroma a sangre en el camino.
La multitud consiguió evadir mi existencia,
y desce aquella pared en la cual me afirmé,
mi piel se volvió tierra,
y mis venticiete aromas me abandonaron.
Óiganme, mírenme, y huelan el extraño aroma a sangre en el camino.
Mientras tanto las piedras y el granizo comenzaron a teñirse
con mis secas lágrimas y mi sangre.
Y el silencio de mi corazón fué por fín roto con un desgarrador último grito.
Sin embargo, entre risas, nadie se volteó.
Óiganme, mírenme, y huelan el extraño aroma a sangre en el camino.
Mucho tiempo ha sucedido desde entonces...
Muchos años atrás el eco de mi último grito se perdió entre las montañas...
y aún me mantengo inmóvil, sin vida en mis piernas
susurrando con mi congelado aliento...
-Óiganme, mírenme, y huelan el extraño aroma a sangre en el camino.-
 
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