Me dijeron que el mayor crítico a las cosas que uno hace, es uno mismo.
Y en verdad, estos escritos de mierda desearía incendiarlos, para no tener de ellos absolutamente nada. Sólo barrer sus cenizas y... ponerme a escribir nuevamente, mirando cómo se cubre el cielo de nubes, desde mi ventana.
Siento hoy la maravilla de deducir que mañana, o más tarde, lloverá. Y cuando llueve, es cuando cambia todo el mundo, a pesar de que sólo caiga agua sobre esta ciudad y no otra. 
Siento necesidad por ver al cielo medio gris esponjoso, unas horribles ganas de sentir cómo esas nubes llaman mi nombre, para que luego salga afuera a recibir los primeros ecos de su lluvia. Me gusta la lluvia, sí, me gusta, y daría mucho más que (mi) alma y mi cuerpo por volver a sentirla u observarla muy de lejos, por unos frágiles segundos. Me encanta la lluvia, y a pesar que concentro mi mirada en mis letras, mis ojos viajan inconcientemente a las alturas, llenos de duda, esperanza.
Sé que lloverá. Lo sé. Y sé que cuando llueva todo cambiará, mudamente para mí, por un efímero momento.
A veces quisiera borrar todos estos escritos y asesinar a cada una de las musas que danzan en alguna parte dentro de mí... Pero luego me veo durmiendo nuevamente en sus brazos/tentáculos/alas, y preferiría morir yo primero, antes que ellas.
Algunas veces quisiera exterminar todo rastro de mi pasado y mi presente... vivir efímeramente libre sin restricciones de respirar. Pero, ¿Cómo salvarme si no muero?.
 
No hay comentarios.:
Publicar un comentario