
De qué servirá regar el pasto.
De qué servirá si luego lo pisotearás.
El hombre de fuego se detuvo en su camino y miró hacia atrás. Se dió cuenta de que sus pasos aún ardían y que hacia donde fuese, todo se desplomaría.
El ardiente cuerpo luminoso del hombre de pronto cambió su color, y el aroma qe éste expelía se estancó en algún rincón del mundo. Sintió cómo su cuerpo convertíase en ceniza, y que sus brazos liberaban un extraño sudor, como jamás antes había sudado.
Se sentía levemente libre, aprendió a reconocer su respiración de a poco, y descubrió que su pecho ya no ardía.
Pero, en ese momento, se detuvo a mirar hacia atrás. A mirar cómo el camino el cual había tomado, se incendiaba. Pensó sin comprender cómo fué que ese insoportable fuego ahora formaba parte del bosque y no de su cuerpo, quizás era un fuego inmortal, un fuego que por amar a aquel hombre de ascuas se libró de él, prefiriendo destruir a aquellas plantas.
Cuando habla de tí, sus manos tiemblan. Si aún estás, mantente adosado a mi pecho, aférrate a mi cabeza.
 
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