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junio 28, 2010

Esa canción...


Con los ojos pegadísimos, secos de sueño, me obligué a levantar los párpados al unísono para darme cuenta de lo tarde que era para despertar. El ruido del diario vivir había comenzado, las cortadoras de pasto, los perros ladrando, uno que otro auto pasando a lo lejos, todo sonaba - menos yo. Por que lo que sonaba en mí era una canción, profundamente grabada en mi cabeza, una melodía hermosa, pegajosa que relataba con exactitud lo que sentía en ese momento: una especie de impotencia, color azul, morado, verde y rojo, un sabor a ausencia y a melancolía fuertemente marcada por la esperanza. Esa canción es para ella -Dije para mí mismo en mi cabeza, mientras aún pegaba mi mejilla a la sábana arrugada sobre el colchón.

Así comenzé mi día, teniendo aquella pieza musical en mi cabeza, dando vueltas, recordando cada melodía y trozo instrumental. Sentí ansias por cantarla y, por qué no: correr a su casa a expresársela de la mejor forma que me fuese posible. Es que, en verdad, aquel tema musical calzó precisamente con mi respirar y mi pensar, por que... en aquellos momentos que ella se ausenta, mi pecho le rememora estúpida y fielmente al punto de sentirse atraído por todas las artes, por que, en una instancia así, todo es bello.

La tarde me hizo rememorar su risa y su voz, y, me imaginé cómo reiría nuevamente en aquella dulce ocasión en que tenga la oportunidad de cantarle aquella pieza. Cerré los ojos y sonreí para mí mismo soñando el cómo sería aquello, gasté un trozo de mi tiempo en imaginar el futuro como si fuese una detallada imágen de lo que en realidad vendría. Cerré mis ojos y abrazé a la nada: ella llegaría y podría cantarle esa canción.

Al anochecer, él se la dedicó. Y mi voz ansiosa por recorrer el contorno de sus orejas y colarse por sus oídos, calló, luego de mantenerse en silencio pensando en cómo comenzar el pequeño tributo a su belleza. Él se la dedicó primero, él tubo un golpe de creatividad y se la regaló primero. Inútil sea mi mente, y mi corazón, que aún no sabe expresar bien todo aquello que nadie ha logrado sentir.

Esa canción... perdida.

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