
Cuando se vive tanto tiempo en un mismo barrio, uno comienza a memorizar ciertas imágenes de las calles circundantes: errores en los pastelones de la vereda, graffitis flaites que desaparecen bajo una linda capa de pintura de vez en cuando, el color de las casas, detalles tan ínfimos que parecen desapercibidos para cualquier visitante: una casa que aún no saca las luces de navidad del techo o las ventanas, la ubicación de un lomo de toro para cruzar la calle cuando se inunda en los días de lluvia, y, porsupuesto, los perros. Esos quiltros roñosos que dejan la cagá con las bolsas de basura que están al nivel del suelo, la jauría que recorre las calles del barrio en época de celo (un verdadero Animal Planet mirando por la ventana de la casa), las patitas de un perro chico corriendo solitariamente una mañana por la vereda que se asemejan al sonido de las pantuflas al pisar el suelo de la casa.
Ellos tienen frío, se nota. Por que los perrines que están en cautiverio, la mayor parte del día, están echados al sol o esperando que pase alguien que los salude del otro lado de la reja. La gente es güeona, digo yo. Me refiero a los que tienen un perro y lo dejan encerrado en el jardín de la casa, de donde no sale NUNCA. No tienen conciencia de que el perrito no ve televisión, no se mete a escribir estupideces al blog, ni tiene feisbuc ni juega playstation, NADA. Simplemente se queda encerrado en ese pequeño espacio donde siempre crecen las mismas plantas y la lluvia moja lo mismo que mojó la última vez.
Aquí, en mi barrio, me conocen hasta los perros. Son caras conocidas, parte de la rutina, verlos, y sonreír. Algunos más ancianos que otros, de diferentes formas y colores, la mayoría de ellos quiltro, idénticos para cualquier mortal que los vea... pero, para mí, son los perros de mi barrio. El del ojo tuerto, el abuelito, el que vive con el gato, el perro chico que le ladra a los que no son del barrio, el perro mirón que entra al pasaje de vez en cuando, los perros con complejo de Edipo, el perro con cabeza de vuvuzela, el benji, el rotweiller, el de la herida en la patita, el par de perros gigantes y gemelos, el que mea todos los dias a la misma hora, el perro negrito que saca la cabeza por la reja, y un sin fin de personajes que, escriben su propia historia, tienen su propia personalidad, son una mezcla de todas las razas del mundo y heredan todo lo mejor de ellas. Esos son, los perros de mi barrio. Los que viven dentro de una casa y se aburren, los que viven en casa pero salen a la calle, los que simplemente nunca han tenido una casita y se aventuran por todas partes. Si supiéramos ladrar... oiríamos cada historia.
Ellos tienen frío, se nota. Por que los perrines que están en cautiverio, la mayor parte del día, están echados al sol o esperando que pase alguien que los salude del otro lado de la reja. La gente es güeona, digo yo. Me refiero a los que tienen un perro y lo dejan encerrado en el jardín de la casa, de donde no sale NUNCA. No tienen conciencia de que el perrito no ve televisión, no se mete a escribir estupideces al blog, ni tiene feisbuc ni juega playstation, NADA. Simplemente se queda encerrado en ese pequeño espacio donde siempre crecen las mismas plantas y la lluvia moja lo mismo que mojó la última vez.
Aquí, en mi barrio, me conocen hasta los perros. Son caras conocidas, parte de la rutina, verlos, y sonreír. Algunos más ancianos que otros, de diferentes formas y colores, la mayoría de ellos quiltro, idénticos para cualquier mortal que los vea... pero, para mí, son los perros de mi barrio. El del ojo tuerto, el abuelito, el que vive con el gato, el perro chico que le ladra a los que no son del barrio, el perro mirón que entra al pasaje de vez en cuando, los perros con complejo de Edipo, el perro con cabeza de vuvuzela, el benji, el rotweiller, el de la herida en la patita, el par de perros gigantes y gemelos, el que mea todos los dias a la misma hora, el perro negrito que saca la cabeza por la reja, y un sin fin de personajes que, escriben su propia historia, tienen su propia personalidad, son una mezcla de todas las razas del mundo y heredan todo lo mejor de ellas. Esos son, los perros de mi barrio. Los que viven dentro de una casa y se aburren, los que viven en casa pero salen a la calle, los que simplemente nunca han tenido una casita y se aventuran por todas partes. Si supiéramos ladrar... oiríamos cada historia.
 
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