El niño matematico había asistido por primera vez al mundo. Era una cena en un restaurant lleno de niños. Algo se celebraba en el ámbito académico, porque habian pizarrones por doquier. Cada uno lleno de operaciones matemáticas.
El niño matemático, al ingresar al lugar lo primero que se fijó fue en el sin fin de ecuaciones escritas... era lo unico que conocía y lo único que lo conectaba con el mundo real. Él nunca habia visto a otros niños tan de cerca, pero no le importó tanto como encontrarse con sus amados números. Se rió sorpresivamente con voz de garza "¡ju ju ju!" admirando todos los códigos numéricos, casi llorando, como un caballerito despojado de su infancia pero feliz. Tan feliz que sacaría de su bolsillo un pañito para limpiar sus lágrimas.
Los otros niños presentes lo miraban con consternación - era un niño bastante raro, pero había que tenerle distancia y cuidado. Una sola risa podría desencadenar tal vez, cosas extrañas. El niño matemático era un mito en aquel lugar, tan sólo se sabía que había sido criado por su madre en una gran casa de arquitectura inglesa y que jamás le había dejado socializar ni observar la naturaleza ordinaria. Su realidad, en cambio, estaba en los números. Todo era tan concreto y sus pies estaban tan sobre la tierra que por más que el pequeño matemático no hubiese jugado nunca con otro ser humano ni rayado las fotografías de un periódico, su mentalidad numérica estaba tan acorde a lo que su sociedad esperaba de un ser humano. Sería exitoso, sin duda, pero su extraña risa de pajarito impresionaba al resto de los presentes, que lo veían moverse entre un pizarrón y otro, comprobando tal vez la eficacia de las operaciones aritméticas.
-El niño matemático se está riendo de nosotros- dijo uno de los niños que apoyaba su barbilla sobre un vaso.
-¿Por qué?- Consultó otro- Nuestras operaciones están bien
-No se está riendo de nuestras operaciones... su madre le enseñó mal -aclaró el niño despegando el vaso de su cara- Se esá riendo porque piensa que nuestros códigos y números están al revés.
-¿Piensa que estamos todos equivocados?
-Piensa que somos estúpidos.
El niño matemático tenía conciencia de la existencia de otros niños en el mundo -Los veía en fotografías y desde la ventana de su casa miraba a una tropa de estudiantes volver desde la escuela. Pero no eran más que trogloditas ante su conocimiento numérico. El niño matemático era el amo y dios de las matemáticas - calculaba hasta la longitud de los rayos del invierno. Su madre sin embargo, le había enseñado que el tres se escribía como una "E" y el símbolo de multiplicación era una coma. Tan sólo ésto bastó para desatar la risa del caballerito. Todos eran un montón de imbéciles, estaban tan equivocados que -murmuraba- éstos trogloditas nunca llegarían tan lejos como él. Determinó entonces no volver a salir de la seguridad de su casa, y la comodidad de sus estudios. ¿Para qué ponerse a jugar con tanto imbécil dando vuelta?. Los niños que juegan están descarrilados, necesitan remedios para quedarse sentados y en silencio.
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