La imaginación le permite huir en recuerdos falsos, en sitios y tiempos paralelos y lejanos donde todo marchó de tal y otra manera menos incómoda que ésta. Su vida después de aquellos incidentes quedó en una divagación y paseos de su alma solitaria con la cabeza gacha y en círculos: lo atraviesan las palomas y el pólen llevado por el viento, lo traspasan los fotones como si fuesen flechas que aún así no le causan nada: ni una gotita de sangre, ni una picazón, nada, nada. Después de lo sucedido, se convirtió en un actor mecánico que responde a estímulos del sistema académico y laboral: un autómata extraviado en una distopía tan tangible y cotidiana como todos los desayunos a los cuales renunció por haber dado en el clavo con la hora de llegada a clases, lugares de trabajo, holas y chaos hermosos y amables que rozaron su corazón por los costados, sin ninguno tocar el aorta del alma.
Algunas veces, de noche, escribe como denunciando lo que le sucedió, sin nunca dejar nada claro, sólo dando palabras vacías que nunca aciertan y nunca logran tallar en concreto qué mierda pasa con su razón, con su corazón, y qué va a saber si se refugia en tonteritas preciosas, acumulando piedras que podrían servir para un mosaico que algún día hará, rayando mapas imaginando travesías escapistas. Nunca lo ha tenido claro. De vez en cuando se alegra por su Yo paralelo que, en otra dimensión, vive la satisfacción del éxito.
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Jack Vettriano© – Dancer in Emerald |
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