So... this is a cuento que leí hace mucho mucho tiempo en un texto escolar de lenguaje, cuando tenía cerca de 6 o 7 años. Me gustó tanto como otro cuento que trataba sobre una pista de autos que se rompía. Los buscaré por la vida. Por el momento, copio y pego aquí el cuento El Gatopato, de la argentina Maria Elena Walsh:
“Una vez, en el bosque de Gulubú, apareció un Gatopato.
¿Cómo era?.
Bueno, con pico de pato y cola de gato. Con un poco de plumas y otro poco de
pelo. Y tenía cuatro patas, pero en las
cuatro calzaba zapatones de pato.
¿Y cómo hablaba?.
Lunes, miércoles, viernes, decía ¡miau!
Martes, jueves y sábado decía ¡cuac!
¿Y los domingos?
Los domingos, el pobre Gatopato se quedaba turulato sin saber
qué decir.
Una mañana
calurosa tuvo ganas de darse un baño y fue hasta la laguna de Gulubú.
Toda la patería
lo recibió indignada.
-¿Qué es esto?, decían los patos. ¿Un pato con cola de gato?
Y como era lunes, contestó:
¡miau!.
¡Imagínense!.
¿Se imaginaron?.
Los patos se
reunieron en patota y le pidieron amablemente que se marchara, porque los gatos
suelen dañar a los patitos.
Caminó hasta un
rincón del bosque donde todos los gatos estaban en reunión de ronrón, al
solcito.
Y como el
Gatopato los saludó diciendo: ¡miau!, lo
dejaron estar un rato con ellos, pero sin dejar de mirarlo fijamente y con
desconfianza.
Help Me. I'm a gatopatou. |
Muchos días pasó
el Gatopato completamente turulato, llorando a cada rato, dentro de un zapato.
Hasta que una
tarde pasó por el bosque la princesa Monilda, toda vestida de organdí, lo vio
llorando sin consuelo, a la sombra de un maní.
- ¡Qué
precioso Gatopato!, dijo la princesa.
- ¿De
veras te parezco lindo, princesa?, preguntó el Gatopato ilusionado.
- ¡Precioso,
ya te dije!, contestó la princesa.
- Sin
embargo aquí en el bosque nadie me quiere, se lamentó el Gatopato.
- Si
quieres, yo te puedo querer, dijo la princesa cariñosa.
- Sí,
quiero que me quieras, dijo el Gatopato, siempre que tú quieras que yo
quiera que me quieras, princesa.
- Yo
sí quiero que quieras que yo te quiera, respondió la princesa.
- ¡Qué
suerte!, dijo el Gatopato.
- Hacía
años que quería tener un Gatopato en palacio, dijo la princesa. Y lo alzó delicadamente, le hizo cariño
y se lo llevó a palacio, donde el Gatopato jugó, trabajó, estudió y
finalmente se casó con una sabia Gatapata.
La princesa cuidó a toda la familia
Gatapatil, dándoles todos los días una rica papilla de maicena con crema
chantilly.
Y todos vivieron muy felices.
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