Sueños terribles

Yuliy Yulevich Klever - King of the Forest c. 1887

Masticó la comida con desgano mientras el plato se enfriaba. Sus pensamientos liquidaron su hambre y deseos de vivir: de pronto se dio cuenta de lo solo que estaba en el planeta que continuaba su ciclo de traslación dejándolo rotar como una segunda luna sin vida a su alrededor. Vio que el mundo siguió ignorando las cicatrices de su corazón que se abrían derramando estrellas hacia la noche infinita. Aún más pequeño se sintió al saber que sus débiles manos dejaron huir la esperanza de volverse a encontrar con la flor salvaje que consumió su admiración. Ella ya se fue muy lejos, a florecer luego de deshidratar la tierra donde él echó raíces un día. Cuán grande su desesperación cuando se enteró que la soledad lo desnudaría, cuán ridículo se encontró al notar que gran parte de sus escritos hablaban de esa desesperación. Un día intentó caminar en sentido contrario, volviendo hacia algún punto cero desde donde reiniciar sus pasos. Pero cuando hubo caminado la distancia de tres huellas se encontró con la muerte. Y justo a su lado, la imagen fantasmagórica de la flor que le salvó la vida. Se inmovilizó alzando los brazos al cielo queriendo huir en una dirección imposible, arrancó con furia trozos de su piel para volar en forma de espíritu hacia un lugar armónico y balanceado: lejos de tal atroz caos de indecisión y sueños extraviados. Una vez que comenzaba a rasgar su piel, la muerte acarició coquetamente su mejilla.