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octubre 25, 2015

Animales evolucionados



Me pasó algo tan pequeño pero tan significante en la vida, que se tornó una reflexión existencialista acerca de la vana existencia humana y el increíble paso por la tierra de los animalitos. Con el cráneo aplastado contra un cuaderno y el computador, preparaba uno de los seiscientos sesenta y seis trabajos universitarios pendientes. Realmente tenía en mi cabeza todo lo que debía escribir, con el característico lenguaje in-entendible de la academia del siglo XXI. Así que comencé a trazar ideas, una flechita pacá, otra flechita pallá, sus keywords para ser más formal y contemporáneo. Fue raro que estuviese concentrado en algo que no me gustaba, pero así fue, y las ideas fueron surgiendo sobre el cuadernito. De pronto, la gata empezó a golpear la ventana para que la abriera y pudiera salir al jardín. “Ya, espérate” –pensé- “no tengo tiempo ahora, déjame terminar esto y voy”. Entonces repetí mi mirada hacia ella, mirando hacia afuera, cómo el planeta continúa girando y la tinta negra estelar se derrama sobre la tarde. Y detuve el tiempo observándola, y reflexioné: ella no tiene derecho a sufrir los embates mi insignificancia humana, no debiera pagar porque yo no tengo tiempo… ¡está esperando que le abra la ventana para salir a vivir, y está perdiendo el tiempo encerrada como si fuese un humano! ¡Qué triste esta condición de haber nacido humano y obedecer ciegamente a la jerarquía de nuestra especie! La gata quiere salir a observar el mundo, y ahora mismo pienso que su mente está siendo más libre que mi limitada capacidad de caminar a donde mis pasos quieran ir. Pobre gata que por mi culpa espera a que yo termine de hacer lo que debo hacer, cuando ella no es culpable de mi estrés. En fin, toda esa reflexión pasó por mi cabeza en un par de segundos, lo que me dio la efímera instancia de reaccionar y dejarla salir al jardín. Y se fue corriendo a echarse en la tierra y yo… volví a obedecer, volví a la existencia sumisa, y a no tener tiempo. ¡Qué ridículo es no tener tiempo! Cuando la vida se marcha a pasos agigantados y la gatita ha visto más el exterior que yo.

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