Sigue llorando, llora, continúa derramando lágrimas hasta que las puedas recoger y utilizar de adhereso para las comidas. O hacerlas jugo para el almuerzo. Podrían saber bien con las ensaladas. O qué, ¿No son saladas?, ¿No tienen ese gusto a mar que toda la humanidad lleva en sus lágrimas?. Pues, si saben a dulce, podrías derretirlas y convertirlas en caramelo. La idea es que ellas vuelvan a tu cuerpo y no se evaporen ni se pierdan en la carencia de luz de alguna habitación. La idea es que luego vuelvas a llorar lo mismo, y llegue el momento en que te des cuenta que lloras por lo mismo, siempre, y que cada llanto sabe y huele a lo mismo.
A veces hay que sazonar las lágrimas con un hombro, con un escrito, con una canción... Oyendo a los pájaros enloquecidos que cantan hasta la noche, o buscando las figuras más depresivas en las nubes. Lo oscuro se acompaña con lo oscuro. La lluvia, no hay nada mejor que acompañarla con las manos en los bolsillos y sintiendo cómo se deslizan esas ENORMES lágrimas del cielo sobre tu nuca. Algunas veces hay que hacerlo, algunas veces hay que sentir cómo la noche se hace cada vez más eterna. Lo digo yo, un hombre barbudo que vive muy lejos, en donde nunca jamás se ha asomado el sol desde que he nacido. No soy el viejo pascuero, no soy un monstruo. A veces hay que usar las lágrimas como adhereso para las comidas, pues a veces saben bien, y logras descubrir el sabor de cosas que jamás habías entendido.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario