
Mi bicicleta será mi hija, mi acompañante a mis rutinas, el ser en quién confiaré la felicidad de volver a mi hogar y sumergirme satisfecho en las aguas del sopor. Mi bicicleta, será a mi medida, no será fantástica, no tendrá la mejor tecnología en cámaras ni ruedas, y tampoco será de una excelente marca deportiva de moda... Será mía, y siempre bienvenida a mi vida.
Sueño con bajar por las calles más enormes y rodeadas de árboles inclinados al camino que mis dos ruedas rajarán al ritmo de mi pedalear... sentirse como el viento, con la mirada muy fija en todo, y nada... perderme entre mis propias manos y olvidar la prisión de este cuerpo, ser viento, ser nada, y absolutamente todo dentro de mí, completarme, pedalear por este mundo y estacionando para mear y almorzar comidas chilenas y extranjeras, conocer mi país, desde la pampa y las dunas hasta sentir la dulzura de volver a casa, entre miles de gotas golpeando su techo, y tajando el cielo sureño...
Entonces ahí la soltaré, mi bicicleta roja, no fantástica pero mía, y muy querida. Bajo un techo, me despediré de ella confiando su dulce sueño a un candado que le proteja durante la noche...
A la mañana siguiente, le veré nuevamente. Mi bicicleta, mi bicicleta roja.
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