
Ella aún tiene ojos, y observa. Ella aún tiene nariz, y huele. Aún tiene lengua y, a veces, habla.
Espera sentada a que su vida tenga algo de emoción... aquello que esperó siempre, en lo largo de toda su historia.
Ella aún tiene ojos, y llora. Ella aún tiene nariz, y respira. Aún tiene lengua, y ríe.
Está tan muerta. Y aún no lo sabe.
Está tan injustamente asesinada, pero no lo sospecha...
Que su pecho no se mueve con el mismo graciosismo con el cual danzó un lejano día.
Que la bestia ha huído para siempre. Con cobardía. Tarde - Cuando tubo que huír hace mucho.
Ella no sospecha que puede volar, que más allá de su ventana lo terrenal se disuelve en una fantasía verídica... más allá de las sorpresas doradas, hay un calor esperándole.
Ella no sabe que está muerta, que sus ojos ya no son del mismo color.
Que una angustiada bestia se lo ha robado y ha sonreído a costa de su descepción.
Ella aún tiene ojos, y duerme. Ella aún tiene nariz, y descanza. Aún tiene lengua... y aprendió a gritar.
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